sábado, 14 de noviembre de 2015

RESEÑA HÉCTOR ABAD

Reseña capítulo 7 El olvido que seremos. 


Un médico contra el dolor y el fanatismo.

Abad, F, Héctor. El olvido que seremos: capítulo 7,"Un médico contra el dolor y el fanatismo". Planeta: Bogotá. Edición 23. 8 páginas. 2006. 
 
Héctor Abad Faciolince, es  uno de los escritores más destacados de Colombia, además de escritor, se ha desempeñado como crítico literario, columnista,  y periodista. Entre muchas de sus obras publicadas se destaca Basura y El olvido que seremos, siendo ésta  última una de las más representativas pues claramente evidencia la personalidad de su padre (Dr. Héctor Abad)  a quien lo miraba como el mejor modelo a seguir e inspiración  para convertirse en lo que hoy es. A través de sus obras se pude percibir su gran interés por temáticas relacionadas con los derechos humanos, y todo aquello que como sociedad les atañe. 

En el capítulo N° 7 de su obra El olvido que seremos, Héctor Abad narra que a su padre siempre le interesó que él y sus hermanas conocieran la realidad que vivían muchos niños de su misma edad a causa de las múltiples necesidades básicas insatisfechas, como también, por medio de su ejemplo, les demostraba lo gratificante que era poner los  conocimientos que adquirieran al servicio de quienes lo necesitaran. El doctor Abad realizaba constantemente visitas a los barrios miserables de Medellín en compañía de un médico de origen estadounidense llamado Richard Saunders, con quien se asoció para promover reformas que generaran un mayor contentamiento a nivel social,  a través de un programa llamado “future for the children”.

Indudablemente, el  agua limpia era para el doctor Abad, durante esa época, una de sus mayores obsesiones y en verdad, lo fue hasta el final. En sus campañas por los barrios y pueblos aledaños a la ciudad, infundía en las personas la cultura de mantener limpias sus dispensas de agua, como también el hábito adecuado para la disposición de excretas  y la vigilancia constante al alcantarillado. Narra el capítulo,  que su obstinado deseo por garantizar el saneamiento básico de la población, lo llevó en sus años de estudio, a publicar, en un periódico una serie de artículos, en los cuales criticaba duramente las instalaciones del acueducto, y las malas condiciones de la leche. Lo llamativo de sus denuncias es que  no tenían fines políticos, sino un profundo sentimiento de compasión por el sufrimiento de sus congéneres y más aún porque se trataba de males que podían ser prevenidos con una simple chispa de activismo social. 

La vocación que profesaba el doctor Abad tenía un enfoque muy distinto a la de otros médicos,  por cuanto su interés no era atender en consultorios a pacientes y a enfermos sino más bien  procurar un contacto permanente con la comunidad, de manera que se ejerciera más la medicina preventiva y comunitaria que curativa e individualista.
Ahora bien, a partir de las ideas que el autor expone, es posible adoptar una postura de simpatía y concordancia frente a la manera tan diferente y comprometida del ejercicio de la profesión de su padre como médico. La lectura de este capítulo especialmente despierta en quien lo lee esa sensación de  reconocimiento y concientización de la realidad actual de la sociedad. Esto en el tema de salud pública es vital para garantizar el cubrimiento de las necesidades básicas que  deben propender por el bienestar de toda una comunidad.

Gratifica mucho leer esta obra y puntualmente este capítulo, pues en verdad es admirable la labor realizada por el padre del autor quien siempre estuvo al tanto de la comunidad, de sus necesidades, y en la búsqueda de soluciones efectivas, a sus vicisitudes. Llevando este análisis al contexto social actual, amerita pensar  que hay un déficit de personajes como el doctor Abad Faciolince. Esto es desafortunado y queda en evidencia cuando una gran proporción de profesionales si bien tienen puesto su enfoque en la solución de problemas que surgen, no hacen una vista retrospectiva para atacar la raíz de los mismos, entonces, las soluciones que plantean son  poco  eficaces y consigo muchos los  ciudadanos afectados.

Al  él (la) lector(a) de esta reseña, le insto a difundirse en la bella historia que narra Héctor Abad Faciolince en su obra El olvido que seremos, la cual sin duda suscita, como en este capítulo, un sentido reflexivo muy profundo. Aún más para mí y para muchos profesionales en proceso de formación que necesitamos reaccionar  y comenzar a despegarnos de modelos sistemáticos de aprendizaje que limitan nuestra visión real de los contextos que enfrentamos. 

Apostemos a aprender de una forma no mecánica ni  buscando ser los mejores en nuestra profesión  sino más bien  trabajar en aras  de  la optimización de la misma a través del desarrollo de habilidades y destrezas que nos vuelvan más competentes y creativos a la hora de proponer reformas que contribuyan al crecimiento de nuestros congéneres, esto en realidad, es lo que a mi modo de ver refleja la razón de hacer lo que un día nos propusimos querer ser. 

María Camila Franco Rosero
septiembre 08 2015  




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