Reseña capítulo 7 El
olvido que seremos.
Un
médico contra el dolor y el fanatismo.
Héctor Abad Faciolince, es uno de los escritores más
destacados de Colombia, además de escritor, se ha desempeñado como crítico
literario, columnista, y periodista. Entre muchas de sus obras publicadas
se destaca Basura y El olvido que seremos, siendo ésta última una de
las más representativas pues claramente evidencia la personalidad de su padre
(Dr. Héctor Abad) a quien lo miraba como el mejor modelo a seguir e
inspiración para convertirse en lo que hoy es. A través de sus obras se
pude percibir su gran interés por temáticas relacionadas con los derechos
humanos, y todo aquello que como sociedad les atañe.
En el capítulo N° 7 de su obra El olvido que
seremos, Héctor Abad narra que a su
padre siempre le interesó que él y sus hermanas conocieran la realidad que
vivían muchos niños de su misma edad a causa de las múltiples necesidades
básicas insatisfechas, como también, por medio de su ejemplo, les demostraba lo
gratificante que era poner los conocimientos que adquirieran al servicio
de quienes lo necesitaran. El doctor Abad realizaba constantemente visitas a
los barrios miserables de Medellín en compañía de un médico de origen
estadounidense llamado Richard Saunders, con quien se asoció para promover
reformas que generaran un mayor contentamiento a nivel social, a
través de un programa llamado “future for the
children”.
Indudablemente, el agua limpia era para el doctor Abad,
durante esa época, una de sus mayores obsesiones y en verdad, lo fue hasta el
final. En sus campañas por los barrios y pueblos aledaños a la ciudad, infundía
en las personas la cultura de mantener limpias sus dispensas de agua, como
también el hábito adecuado para la disposición de excretas y la
vigilancia constante al alcantarillado. Narra el capítulo, que su
obstinado deseo por garantizar el saneamiento básico de la población, lo llevó
en sus años de estudio, a publicar, en un periódico una serie de artículos, en
los cuales criticaba duramente las instalaciones del acueducto, y las malas
condiciones de la leche. Lo llamativo de sus
denuncias es que no tenían fines políticos, sino un profundo sentimiento
de compasión por el sufrimiento de sus congéneres y más aún porque se trataba
de males que podían ser prevenidos con una simple chispa de activismo
social.
La vocación que profesaba el doctor Abad tenía un enfoque muy
distinto a la de otros médicos, por cuanto su interés no era atender en
consultorios a pacientes y a enfermos sino más bien procurar un contacto
permanente con la comunidad, de manera que se ejerciera más la medicina
preventiva y comunitaria que curativa e individualista.
Ahora bien, a partir de las ideas que el autor expone, es
posible adoptar una postura de simpatía y concordancia frente a la manera tan
diferente y comprometida del ejercicio de la profesión de su padre como médico.
La lectura de este capítulo especialmente despierta en quien lo lee esa sensación
de reconocimiento y concientización de la realidad actual de la sociedad.
Esto en el tema de salud pública es vital para garantizar el cubrimiento de las
necesidades básicas que deben propender por el bienestar de toda una
comunidad.
Gratifica mucho leer esta obra y puntualmente este capítulo,
pues en verdad es admirable la labor realizada por el padre del autor quien
siempre estuvo al tanto de la comunidad, de sus necesidades, y en la búsqueda
de soluciones efectivas, a sus vicisitudes. Llevando este análisis al contexto
social actual, amerita pensar que hay un déficit de personajes como el
doctor Abad Faciolince. Esto es desafortunado y queda en evidencia cuando una
gran proporción de profesionales si bien tienen puesto su enfoque en la
solución de problemas que surgen, no hacen una vista retrospectiva para atacar
la raíz de los mismos, entonces, las soluciones que plantean son
poco eficaces y consigo muchos los ciudadanos afectados.
Al él (la) lector(a) de esta reseña, le insto a difundirse
en la bella historia que narra Héctor Abad Faciolince en su obra El olvido
que seremos, la cual sin duda suscita,
como en este capítulo, un sentido reflexivo muy profundo. Aún más para mí y
para muchos profesionales en proceso de formación que necesitamos reaccionar y
comenzar a despegarnos de modelos sistemáticos de aprendizaje que limitan
nuestra visión real de los contextos que enfrentamos.
Apostemos a aprender de una forma no mecánica ni buscando
ser los mejores en nuestra profesión sino más bien trabajar en aras
de la optimización de la misma a través del desarrollo de
habilidades y destrezas que nos vuelvan más competentes y creativos a la hora
de proponer reformas que contribuyan al crecimiento de nuestros congéneres,
esto en realidad, es lo que a mi modo de ver refleja la razón de hacer lo que
un día nos propusimos querer ser.
María Camila Franco Rosero
septiembre 08 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario